La Casa de la Villa de Bilbao

En ocasiones, cuando el ajetreo diario nos permite un momento de relajación, de poder ir mirando y admirando lo que tenemos en derredor, nos preguntamos que, aunque hemos visto muchas veces la fachada de ese edificio, no hemos visto lo que contiene en su interior. Y nos gustaría verlo. Desentrañar cuestiones como ¿quién vive ahí? ¿qué profesión tiene? ¿de qué familia es? Y si el edificio es una institución pública, enseguida te crees en el derecho de conocer sus entrañas. Pero, en muchas ocasiones, por ignorancia, por dejadez o por desinterés, desconocemos lo que albergan esos edificios imponentes y no nos preguntamos qué habría que hacer para visitarlo y descubrir algunos de sus secretos.

Uno de estos edificios por delante del cual he estado pasando a diario durante mi niñez y juventud, es la Casa Consistorial del Ayuntamiento de la Villa de Bilbao. Construcción que a cualquiera que vea su fachada por primera vez, lo que le llama la atención al instante, es su imponente planta acrecentada por estar situado sin ninguna otra construcción que le haga sombra alrededor y de cara a la ría que vertebra, en sus dos márgenes, toda la vida de la ciudad. Vengas de la calle que vengas, procedas de donde procedas, esta imponente construcción se abrirá a tus ojos y te dejará impresionado desde el primer instante por su rotundidad presencial, su contundente horizontalidad sólo rota por los tres cuerpos adelantados que presenta sobre el resto. No puedes dejar de mirar la amplia escalinata que te lleva a la puerta principal y la balconada con columnas pareadas en la zona central, escenario de los hechos más significativos ocurridos y celebrados por los ciudadanos de la villa. Una persona curiosa y amiga de los detalles no dejaría de admirar la decoración exterior, las esculturas en mármol que representan la Ley y la Justicia así como los heraldos, maceros y bustos que pretenden ensalzar a figuras de importantes personajes que ha dado la ciudad, todas ellas realizadas, también, por prestigiosos artistas locales.

                                          Detalle de la Justicia en la escalinata principal

El artífice de este gran proyecto fue el arquitecto municipal del momento, Joaquín Rucoba, un cántabro nacido en Laredo que anteriormente había ejercido como profesor en la Escuela de Maestros de Obras de Vergara (Guipúzcoa), en el curso 1869-1870. En este año logró la plaza de arquitecto municipal de Málaga, ciudad en la que residió y trabajó hasta 1883. Seguidamente se trasladó a Bilbao para desempeñar el mismo cargo, previo concurso convocado al efecto, durante otros tres años. Dimitió de este último puesto en 1886, aunque continuó en la capital vizcaína desempeñando libremente la profesión hasta 1893. Se afincó nuevamente en Madrid entre 1893 y 1896, fecha en la que retornó a Málaga. Finalmente, en 1900 fue nombrado arquitecto diocesano honorario de Santander, lugar en el que se avecindó y en el que residió hasta el final de su vida. Estas dos ciudades, en las que Rucoba ejerció su actividad al servicio de la Administración, se encontraban en esos momentos en pleno proceso de expansión, la industrialización llamaba a la puerta, la economía pasaba por una etapa brillante, lo que exigía y propiciaba importantes intervenciones por parte de los arquitectos municipales animados por los políticos del momento.

De esta manera y gracias a una coyuntura social y económica favorable para dotarla de nuevas infraestructuras, su paso por la oficina técnica de los Ayuntamientos de Málaga y Bilbao se saldó con proyectos tan relevantes como el malagueño Mercado de las Atarazanas o el Ayuntamiento de la capital vizcaína inaugurado el 17 de abril de 1892 con una necesidad urgente de superar ya los límites del Casco Viejo bilbaíno, sin olvidar el «Teatro Arriaga», llamado en aquel entonces «Teatro Nuevo», la Alhóndiga de Barroeta Aldamar, las Escuelas de Berástegui, las Escuelas de las Cortes y el Teatro Circo ubicado en plena Gran Vía. Su obra, que tuvo un coste de 1.400.000 pesetas de aquel entonces, se enmarca dentro del eclecticismo de fuerte impronta francesa, presidido por la recreación de formas clásicas y barrocas, la incorporación de escultura monumental y, en ocasiones, la combinación de materiales, con el consiguiente juego de texturas y policromía. Varios de los proyectos de los que hemos hablado (Ayuntamiento de Bilbao y Teatro Arriaga) revelan el parecido existente con el edificio de la Ópera de París, por influencia clara de su arquitecto.

                      Desde la balconada consistorial, puente, ría, Teatro Arriaga y Miribilla

Claro que no era el primer edificio que albergaba la Casa Consistorial ya que, hasta entonces, la sede estaba situada en un caserón al lado de la Iglesia de San Antón y que en la actualidad, para situarlo, está el Mercado de la Ribera compartiendo espacio con el Consulado de Bilbao. El solar elegido y destinado a este fin fue el que había ocupado el Convento de San Agustín, en el borde de la Sendeja y frente al Palacio de Quintana, destruidos ambos durante los períodos bélicos que determinaron los diferentes sitios y ataques a la Villa, en aquellas contiendas civiles denominadas “Guerras Carlistas”. Los referidos terrenos fueron obtenidos por la Corporación presidida por el alcalde Victoria de Lecea, en 1883, cuando el Gobierno español cedió la superficie de los mismos al Ayuntamiento de Bilbao.

​       El convento de San Agustin y el palacio de la Quintana o Torre Marquina a la derecha.

Esta visita era un deseo largamente acariciado por mi esposa que nunca había estado en su interior y que, como a todos que han tenido oportunidad de ver sus imágenes, lo que más le llamaba la atención era el Salón Árabe. Con cita previa y reserva, nos acercamos al Consistorio esperando hasta que estuvimos todos los que teníamos dicha cita. Nuestro compañeros de visita fueron un grupo de muchachos y muchachas de «Gorabide» que, como todos los bilbaínos saben, es una asociación de familias de personas con discapacidad intelectual, pionera en Bizkaia, que trabaja desde 1962 por mejorar la calidad de vida de ese colectivo, y por promover una sociedad justa y solidaria dónde sea posible su plena inclusión. Fue una suerte poder compartir con ellos nuestro tiempo, fueron muy respetuosos y dejaron muestras de su saber cuando el guía hizo algunas preguntas.

No entramos por la puerta principal, para lo cual habríamos que haber subido la escalinata, cuestión que en mi caso, se agradece. Entramos por la calle Ernesto Erkoreka, viejo alcalde de Bilbao, por una puerta lateral por la que nos llevaron hasta el atrio. Allí, a los lados, están los letreros y las ventanillas en las que hace ya unos años eran donde los bilbaínos solucionaban sus problemas con Hacienda y con la Depositaría. En la actualidad albergan eventos de pequeño formato. En este hall de entrada, lo que más llama la atención, aparte de las arcadas, jarrones y columnas, es el suelo, donde destacan dos tipos de mármoles, el blanco de Carrara y el rojo de Ereño. Lo interesante de ese color tan característico y que tanta extrañeza causa, por eso es tan apreciado, es saber de qué está compuesto y cómo se fue formando. Lo sorprendente para los que somos de aquí es averiguar que la zona de Urdaibai, en el cretácico inferior, hace ya unos 15 millones de años más o menos, estaba bajo el mar. De hecho, aunque se le conoce como Mármol Rojo, en realidad no es mármol, sino caliza que se forma en los arrecifes, porque eso es lo que es la cantera de Ereño.  Lo más especial que tiene es que está formada por restos de corales, moluscos y organismos marinos que quedaron en el fondo del mar en aquel momento. Esto es lo que le da al marmol el contraste de sus colores, rojo y blanco. Pero el color rojo no viene de ahí, sino que se lo da un óxido de hierro que manchaba esos sedimentos. Este mármol ha sido ampliamente requerido, por su belleza y rareza, en multitud de lugares, no sólo de aquí sino incluso en el Vaticano o en el Teatro Colón de Buenos Aires. ¡Sorprendente! para los que no conocen ni nuestro entorno ni nuestra historia.

               Hall de entrada, donde se aprecia el mármol blanco de Carrara y el rojo de Ereño.

Justo de frente a la puerta principal, descubrimos una gran escalinata, rodeada a ambos lados de sendos pasillos que sirven de espacio de vitrinas donde se exponen estandartes y banderas históricas de la Villa, así como facsímiles de la Carta Puebla que otorgó Diego López de Haro, fundador de la Villa en el año 1300. Por esa escalinata, de mármol de Carrara íntegramente, accedimos a la planta noble, no sin pasar por delante de tres escudos que destacan tanto por el material con el que están realizados como por su antiguedad, ya que fueron traídos de la fachada de la antigua Casa de la Villa de la que ya hemos hablado, apreciándose todavía restos de policromía original y que representan al escudo de la Villa de Bilbao, en la izquierda, a la derecha el del Consulado de Bilbao y en el centro el de armas de la Casa de los Austria, en uno de cuyos cuarteles se puede ver la heráldica del Señorío de Bizkaia. También se pueden apreciar en lo alto unas grandes vidrieras que tamizan la luz, haciendo aún más sugerente el espacio.

                          Escalinata, los tres escudos, columnas y vitrales en la Planta Noble. 

Ya en la Planta Noble, a los lados, los pasillos de la Alcaldía, el Salón de Plenos y la famosa Sala Árabe. En este momento sucedió algo inesperado y que yo cogí «al vuelo». Apareció por un momento el Sr. Alcalde, Juan Mª Aburto y le insté a que se hiciese una foto con los asistentes a la visita a lo que accedió muy gustoso y sonriente. Le recordé mi amistad y la de mi padre, de quien se acordaba, con su padre, Helio. Fue un momento, pero fue de agradecer su disponibilidad de la que dejo aquí una muestra.

           Miembros de Gorabide y mi mujer entre ellos, con Juan Mª Aburto, Alcalde de Bilbao.

A continuación, el guía, un chico de la Llanada Alavesa que estaba haciendo una sustitución, nos llevó a través de un pasillo alicatado con baldosas romboideas blancas y negras combinadas y con cuadros en la pared, tapizada con un terciopelo rojo, de artistas locales como Losada, a la Sala de los Alcaldes, donde se muestran los cuadros de no todos los Alcaldes de la Villa, pero sí de casi todos. El espacio tiene alrededor de 100 metros cuadrados y presenta un ambiente relajado, con iluminación tenue que resalta las pinturas. Allí podemos encontrar a Gregorio de la Revilla, Oriol Urquijo, Gregorio Balparda, la ínclita Pilar Careaga, única mujer que ha llegado a la alcaldía hasta el momento, y más recientes como Robles, el segundo alcalde de la democracia, Beti Duñabeitia, Gorordo, Azkuna con quien dicen que tengo un gran parecido físico y el último, antes del actual, Ibon Areso. Hubo en su momento quien quiso que se quitasen los retratos de los alcaldes de la dictadura, pero imperó el sentido común, aunque no nos guste, pero también pertenecen a la historia de la Villa y deben estar en ese contexto. Dejo aquí las muestras de los dos últimos alcaldes que han puesto a Bilbao en la órbita mundial por los cambios tan profundos, de una ciudad eminentemente industrial a una de servicios, que han realizado.  Se está convirtiendo la Villa en uno de los lugares preferidos por el turismo estatal por su belleza, por su comida y por sus temperaturas, mucho más soportables que las del sur o de la costa mediterránea. Bienvenidos sean, pero no se amontonen.

                              Iñaki Azkuna                                            

                 Ibón Areso

En esta Sala de los Alcaldes, pude ponerles cara a algunos de los que he escrito en alguna ocasión y recordar a Robles que fue vecino de mis abuelos, amigo de la infancia de mi padre y con quien charlé, en algunas ocasiones, en el barrio de Zabala. Salimos de esta sala y nos llevó a la «joya de la corona», una de las maravillas arquitectónicas más emblemática de la villa, El Salón Árabe, el lugar del que todos los bilbaínos están orgullosos a pesar de que está considerado el más alto exponente de la decoración neoárabe y quizá por eso y porque sirve de antesala de la gran balconada desde la que se presentan para recibir el cariño de la ciudadanía, los artífices de los grandes éxitos del Deporte bizkaino o la presentación de los Reyes Magos en las fechas de Navidad. Salí por la misma ventana que salen ellos y la sensación fue de tenerlos allí a todos, presentes, recibiendo el cariño de la gente, queriendo abrazarles a todos ellos por la ilusión y esperanza que han creado en la gente, autóctona y foránea, por darnos un motivo por el que soñar, aunque el sueño no se cumpla, al final. Nadie me aplaudió desde abajo, las personas continuaban su paseo por el Campo Volantín o atravesaban el puente en dirección de la calle Buenos Aires sin dirigir una sola mirada hacia mi posición. Pero por un momento sentí lo que debieron de sentir todos los jugadores del Athletic cuando salieron a esa balconada para recibir el aplauso de la gente después de ganar la Copa una vez más después de 40 años sin hacerlo. Apoteosis de un pueblo hermanado con 25 jugadores y un club que nos hizo anhelar ser los mejores y lo consiguió.

                  Emociones por el mero hecho de estar en ese lugar tan simbólico para los bilbaínos

En este gran salón que consta de tres cuerpos separados por columnas y arcos, queda patente las reminiscencias del arquitecto Rucoba de su paso por Málaga, su gusto por la cultura árabe-musulmana y el contraste entre la severidad de las fachadas y la suntuosidad de algunos espacios interiores, la cual es un signo de interculturalidad, depositando una clara influencia árabe en Bilbao. El Salón Árabe es el espacio interior más emblemático del edificio por su peculiar decoración. Aparentemente, su estilo puede resultar una decisión caprichosa. Sin embargo, durante el siglo XIX se vive una recuperación romántica de los estilos artísticos anteriores que son mezclados generando nuevos lenguajes. De esta forma conviven elementos renacentistas, barrocos y árabes. Y quién mejor que Joaquín Rucoba, que había trabajado trece años en Málaga y conocía bien la cultura y la arquitectura árabe, para diseñar, al detalle, esta sala evocando el ambiente de espacios como el Alcázar de Sevilla o la Alhambra de Granada, por algo dicen los expertos que está «dentro de la corriente del alhambrismo«, un estilo de arquitectura que estuvo muy de moda en toda la península ibérica durante el siglo XIX.

           

El gran atractivo de esta sala donde Rucoba dejó volar su imaginación, se ve complementado con las llamativas lámparas traídas de prestigiosos talleres artesanales parisinos y las paredes con sus azulejos de múltiples colores y formas de la no menos prestigiosa fábrica de porcelana de la Cartuja de Sevilla. La decoración de madera policromada imitando mármoles, maderas o marfil le dan un marco de gran colorido al que te tienes que asomar con los ojos y la mente bien abiertos para descubrir detalles únicos. Allí se desarrolla una buena parte de la vida insitucional así como los grandes acontecimientos de la vida municipal, ya sean de carácter privado como las bodas, cada vez más frecuentes, o público con las recepciones por parte del Alcalde a los visitantes importantes o menos importantes, en todo caso otros actos más lúdicos. Impresiona y mucho. Gusta y mucho. Emociona y mucho más. Sales de allí porque tienes que seguir la visita pero te quedarías allí para siempre dejando volar la imaginación con mil historias, todas ellas fantásticas. Me quedé atrás y por un momento, solo, con los ojos cerrados, respirando aquella atmósfera de colorines, dejando libre la imaginación  y llenándola de cuentos fantásticos de infancia, de eunucos hieráticos y de huríes de ropajes vaporosos y transparentes bailando al compás de una música sugerente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                       

Detalles suficientes para admirar esta asombrosa belleza de salón árabe.

Tuve que irme pero estoy convencido de que no me quitaré de encima en lo que me quede de vida esa atmósfera que allí se respira y se transpira. Sensaciones y emociones únicas. Quizá alguno que me lea estará pensando que exagero, que llevo mi imaginación al límite. Le reto a que vaya y lo visite. Quedará extasiado ante lo bello que está viendo, la limpieza, lo bien cuidado que está a pesar de tener mucho trote de gente que va y viene. Maravilloso. Hace poco he estado visitando el magnífico Parlamento de Budapest, no exagero nada si digo que este salón no le tiene que envidiar nada a aquellos. Sublime.

Para rematar la visita, el guía nos llevó al Salón de Plenos, una sala con una carga simbólica tremenda, de aspecto solemne, mobiliario de factura francesa en maderas nobles y cuero, bastante incómodo según él nos cuenta. El diseño de la sala es de estilo renacentista, los colores utilizados son fuertes, que destaquen, como los burdeos, verdes y dorados, despuntando en la decoración, las guirnaldas, los grotescos que son mezcla de figuras vegetales, humanas… con formas exageradas o extravagantes. A los lados de la mesa donde se coloca la presidencia en los plenos, se pueden ver dos pequeñas esculturas de alabastro que sirvieron de modelo para hacer las esculturas de los heraldos y maceros de la fachada principal. Este es el lugar donde se reúnen los concejales y el alcalde para celebrar las sesiones plenarias y tomar decisiones sobre la gestión municipal. También pueden acudir los ciudadanos que quieran asistir a los plenos o aquellos que tienen algún motivo de queja o sugerencia y pueden exponerla siempre y cuando lo hayan inscrito previamente. Todos los bilbaínos tienen allí cabida. Sólo podemos decir que tiene la categoría que una ciudad como Bilbao se merece.

                                                     

Salón de Plenos con el guía explicando lo que allí se cuece.

Así terminamos la visita, del todo interesante y que quedará grabada en nuestra retina durante mucho tiempo, por el edificio, por lo que representa, por todo lo que alberga en su interior, por la compañía de los miembros de Gorabide, por el buen guía que no tuvo reparos en responder a todas las preguntas que se le hicieron. Desde ahora, cada vez que pase por delante reviviré las emociones sentidas.

Casa Consistorial en construcción.- 1891

Antiguo Ayuntamiento en la Plaza Vieja. La casa pegada a la Iglesia de San Antón con tres arcos. Al borde de la ría, los tinglados del mercado de la Ribera.

 

 

Picture of Javi

Javi

Sobre mí

«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

Últimos post

Sígueme en redes