Cartel anunciador de la 43ª Edición de la Academia.
Cómo puede ser que un festival, al aire libre, en un impresionante escenario del cual el cronista dice que “fue como entrar en una iglesia laica, había algo espiritual, una marea humana vibrando al unísono a base de soul, pop, rock, música electrónica y otras corrientes contemporáneas, generando un espacio único de convivencia entre naturaleza, música y cultura”, luces intermitentes que te ciegan, sonido con un volumen que te retumba en los oídos, una marea humana pegados los unos a los otros, olor a sudor y orines, añado yo, se pueda parecer en algo a otro concierto, apenas publicitado, sin alardes ni alharacas, “en una Iglesia de verdad, con una acústica excelente, una luz tenue, una atmósfera recoleta y una música de polifonía sacra o folklórica que invita a la escucha silenciosa que pueda captar hasta el último detalle, las distintas voces que juegan con la melodía todo lo que ha querido su autor, donde la armonía y la expresión artística se logran a través del trabajo en común”.
BBK Live 2025 tiene sus fortalezas en una ubicación privilegiada, campas verdes desde donde se otea el “Botxo” en todo su esplendor y magnitud, plagadas de jóvenes venidos de todas partes y ámbitos, en un ambiente inigualable y en un enclave natural espectacular, “una marea humana vibrando al unísono, en un festival donde la norma es el estruendo, donde el murmullo nunca cesa del todo”. El concierto de la Academia, por el contrario, se celebra en un ambiente recogido, en el que el silencio se convierte en música, en el que la visión del “Cristo crucificado” que tienes de frente, te relaja y la excelente acústica te incita a la escucha atenta y distendida.
BBK Live 2025 en Kobetamendi
Una vez finalizado el BBK Live nos ha llegado la feliz noticia de que este festival ha sido declarado “Acontecimiento de Excepcional Interés Público (AEIP)” por el Gobierno de España con motivo de su 20ª edición que se celebrará en julio del próximo año 2026. Esta calificación está reservada a iniciativas culturales, deportivas o sociales de especial relevancia y proyección internacional. Lo que está muy bien porque pone en el mapa, una vez más, a Bilbao y se consolida como evento de nivel internacional, por número de asistentes y por la “calidad” de los actuantes que son los que, en definitiva, deben arrastrar a la asistencia. Aunque no me olvido de las sinergias que producen los medios de comunicación, que anuncian todos ellos los grandes festivales y ofrecen artículos exhaustivos de lo que se va a poder escuchar y, a posteriori, de lo que ha acontecido.
Ya de antemano tengo que decir que nunca he asistido a un festival de estas características, que ese tipo de música no me gusta, ni siquiera cuando era joven, y me sorprende que agrade a tanta gente, lo que me indica que los gustos musicales actuales no siguen mis cánones que, al parecer, son minoritarios y que, por consiguiente, debo de estar equivocado en el concepto que he tenido toda mi vida de lo que es la música, la buena música.
Pero siguiendo con el festival, y éste es sólo uno de los muchos y multitudinarios que se realizan por todo el estado, he leído varias y variadas crónicas que han escrito algunos de los que se supone que son expertos en ella y en esta clase de acontecimientos, y debo de decir que estoy sorprendido y que debería variar mis criterios sobre la música que se lleva en la actualidad. Mucho me temo que seguiré pensando, a pesar de los argumentos en contra, que esta música es sólo ruido, que es lo que quiere la gente y que pocas canciones tienen un verdadero valor dentro de la armonía, el gusto, o la belleza musical.
Han pasado por los escenarios de Kobetamendi un centenar de grupos, con cantantes solistas cuyo nombre me suena haberlos oído por ahí, como Kylie Minogue, icono pop que cerró el festival, NATHY PELUSO, artista argentina que combina poder vocal y una puesta en escena explosiva, Amaia, Carlos Ares, pero la mayoría son totalmente desconocidos para mí como los muy jaleados Pulp, de los que se cuenta:“Kobetamendi se rindió en su primera noche de festival ante el sonido de un icónico grupo británico que marcó el ritmo de los noventa. Pulp, de regreso a los escenarios después de 24 años”, Michael Kiwanuka “sonido impecable para que su voz brille con una luz maravillosa” y así todas las crónicas ensalzan de manera individual y en su conjunto a un festival donde este año, con más fuerza que nunca, se respira el sentimiento de “I LoveBilbao” en cada rincón del recinto. Desde las vistas panorámicas hasta la convivencia de miles de asistentes que comparten un mismo amor por la música y la ciudad, el BBK Live es una carta de amor a Bilbao.
Me tengo que rendir a la evidencia. Si este festival musical, dejando aparte los que simplemente han venido por salir de la rutina o por visitar a un Bilbao rutilante, ha conseguido reunir a tantas personas y que todas ellas se diviertan con la música que se ha expuesto, es porque convence, porque anima, porque divierte, porque vivir su experiencia es recordarla toda la vida. Y si esto es así, aunque a mí me siga sin gustar, tendré que cambiar mi visión de la música y la forma que tiene ésta de traspasar emociones y sentimientos.
Enrique Azurza, Director de la Coral de Bilbao, en plena clase ayudando a una joven.
Mientras esto sucedía, nada más que a unos 10 kms de distancia, 80 jóvenes se recluían en una Residencia de Estudiantes con la sana intención de aprender y/o mejorar en la Dirección de Coros. El movimiento coral, sólo en el País Vasco, mueve a más de 300 coros lo que significa que debería de haber el mismo número de directores. Personas que tengan un nivel más que aceptable de conocimientos de música, pero también de dirección de personas. Y esto es lo que algunos de los mejores directores del País Vasco tratan de inculcar a todo aquel que quiere detraer una semana de sus vacaciones y ponerse a trabajar para mejorar en ese campo, porque no todos los que, en la actualidad, se sitúan al frente de un grupo de personas que cantan, tienen los conocimientos musicales suficientes para dirigir. En algunos se nota claramente.
Y lo hacen con el mayor gusto, aplicándose a ello desde el primer momento hasta la terminación del concierto con el que se da fin a la Academia. ¡Cuántos pueden afirmar que están dispuestos a preparar un concierto en apenas una semana! El desencanto, al menos para mí, llega precisamente, cuando sales al escenario y ves que tu público no pasa, en la mayoría de las ocasiones, de 500 personas y esta cantidad ya se tiene por todo un éxito. Existe la sensación generalizada de que el mundo coral vasco, a pesar de ser un elemento histórico y estructural en el ámbito musical, sociocultural e identitario y los esfuerzos de Federaciones, compositores y coros, se encuentra en una situación de crisis y no hay más que ver la edad de los asistentes.
El triunfo sería conseguir que la gente joven se acercase, también, a este tipo de conciertos porque estoy convencido de que, en primer lugar, se quedarían sorprendidos de la belleza de la música que se interpreta y en segundo lugar, la categoría que demuestran sus integrantes. Y como yo y todos los que se acercan a escucharlos, degustarían de la buena música, sea de polifonía sacra, folklore, nuevas tendencias y propuestas con las que se está tratando de atraer a la juventud. De otra manera, la música coral languidece a pesar de los esfuerzos de algunos, pocos.
En mi caso, seguiré asistiendo a oír la buena música, la clásica, la contemporánea y la actual, allí donde se celebre. Y dentro de mi concepto de buena música no está, por decir un nombre que está de actualidad por su fallecimiento, el de Ozzy Osbourne. Descanse en paz.
Todos los componentes de la 43ª Academia interpretando “The fruit of silence” de Peteris Vasks y dirigidos por Jurgis Cabulis