Sucedió hace 50 años

A lo largo de la vida vas conociendo personas que no dejan ninguna huella en tí, son fruto de la ocasión, y sin embargo a otras las recuerdas durante muchos años o toda tu vida. Lo mismo pasa con los sucesos. La vida da para muchos lances que preferirías olvidar y sin embargo quedan grabadas de manera indeleble y serán una constante en tu memoria aunque preferirías olvidarlas. Te marcan, y además, tienes propensión a no contárselo a nadie, te lo quedas para tí y te marcan el camino para tu comportamiento posterior.
La Casa de la Villa de Bilbao

En ocasiones, cuando el ajetreo diario nos permite un momento de relajación, de poder ir mirando y admirando lo que tenemos en derredor, nos preguntamos que, aunque hemos visto muchas veces la fachada de ese edificio, no hemos visto lo que contiene en su interior. Y nos gustaría verlo. Desentrañar cuestiones como ¿quién vive ahí? ¿qué profesión tiene? ¿de qué familia es? Y si el edificio es una institución pública, enseguida te crees en el derecho de conocer sus entrañas. Pero, en muchas ocasiones, por ignorancia, por dejadez o por desinterés, desconocemos lo que albergan esos edificios imponentes y no nos preguntamos qué habría que hacer para visitarlo y descubrir algunos de sus secretos.
Navegando por el Danubio azul.

Hoy es el cumpleaños de la mujer con la que llevo compartiendo mi vida desde hace 48 años. Cumple un año redondo pero no voy a decir la cifra porque todos sabemos lo sensibles que son las mujeres en este tema. Tengo que confesar que no soy una persona detallista. Lo mío no es hacer regalos, sobre todo porque para eso debería de gustarme visitar las tiendas para hallar un regalo que cumpla mis expectativas (y las de ella) y no estoy por esa labor. Huyo de las tiendas, incluso cuando tengo que comprar, por necesidad, alguna prenda para mí.
Residencia Municipal «Sagrado Corazón» de Getxo

Esta vida es imprevisible e impredecible. Por más que hagas análisis concienzudos o cábalas de lo que puede suceder en el futuro cercano o lejano, la vida, la propia y las circunstancias que la comparten, te llevan por otro lado sin que tu puedas hacer nada por corregir el rumbo y llevarla por el cauce que a tí te gustaría que fuesen.
En mis tiempos libres, y una vez jubilado tengo muchos, escribo. De todo lo que se me ocurre y he puesto en el mercado varios libros, todos ellos rondando la historia del pueblo en el que habito desde hace casi 50 años. Libros que tienen por misión la divulgación entre los habitantes de Getxo y a través de las biografías de sus gentes, la descripción de su surgimiento, su eclosión y en cómo y en lo que se ha convertido hoy en día. Tengo muy claro que no siendo un Pérez-Reverte ni una Toti Martínez de Lezea, mi ámbito es muy reducido y que mi forma, mis formas, de escribir o de trasladar aquello que quiero decir puede no llegar a todos los potenciales lectores. Bien es verdad que los que me han leído me trasladan que la lectura de mis libros es fácil y amena y esto es así porque huyo de la palabra grandilocuente, de la frase redonda, de la descripción panorámica, de la explicación interminable. Voy a lo sencillo, a lo que todo el mundo, sean universitarios o sólo tengan estudios de primaria, entienda de manera fácil. Mi misión es dar con la tecla para que un mayor número posible de vecinos tengan el interés de leer eso que escribo.
Un paseo «breve» por Granada

No es la primera vez que he estado en Granada. Hace unos quince años, estando mi hijo en la U.P.V., conseguimos una Beca Séneca para él. Entre las distintas opciones que se le ofrecieron, eligió Granada. No podía haber elegido mejor. Durante su estancia fuimos en una ocasión a visitarle y, por supuesto, nos dímos un tiempo para visitar la Granada Monumental. No vimos todo ni mucho menos pero, al menos, tuvimos la oportunidad de descubrir la grandiosidad de su historia que ha quedado reflejada en los monumentos de esa gran ciudad. Pero se nos quedó la impresión de que no habíamos descubierto todo lo que ofrece al visitante. De que nos quedábamos a medias, de que necesitábamos más tiempo para culminar nuestra admiración por esa ciudad en la que la cultura árabe tuvo su apogeo.
En defensa de los porteros

Ayer, Domingo, el Athletic jugó en Cornellá de Llobregat contra el C.D. Español. El partido terminó con el resultado de 1-1. El gol del Español se atribuye no al mérito de su jugador sino a un error de nuestro portero Unai Simón. Si leemos los diarios y los periódicos deportivos, los cronistas, como verdaderos papagallos, han repetido frases como: «El Correo» «El increible error de Simón que cuesta un gol», «Deia» «Error de bulto de Unai Simón. Un fallo impropio de su categoría», «AS» «Unai Simón y un error calamitoso difícil de entender», «Marca» «Un error en el control del portero Unai Simón…», «NAIZ», «Grosero error de Unai Simón», «ABC» «El inexplicable error de Unai Simón», «Superdeporte» «El error más inoportuno de Unai Simón», «La voz de Galicia» «Unai Simón «inseguro» de vida.
Han cerrado mi «cole».

Eran las 8:00 A.M. de cualquier día de la semana de lunes a sábado, de cualquier mes de septiembre a junio. Un niño de 4 años, acompañado de su hermano mayor de 6 años salían de su casa para dirigirse al Colegio que sus padres, por proximidad, habían elegido para ellos. Entre su domicilio de un barrio trabajador y el colegio no había más de 400 metros. La circulación era escasa, la ruta, muy variable, nos la conocíamos al dedillo. Por el camino se iban agregando a la comitiva unos cuantos niños más de la misma edad. No tardábamos mucho en hacer el recorrido. Quizá 10 minutos, aunque no nos apresurábamos en llegar, siempre salíamos con tiempo.
Un saludo.

Se le ve venir de lejos. Con su gran envergadura, su corpulencia desmadejada. Con andares irregulares y desgarbados, vestimenta sencilla y desaliñada. Según se va acercando tu mente le va encontrando llamativas singularidades, peculiaridades que te causan, en un primer momento, extrañeza. Enseguida te das cuenta de que algo no cuadra, que la figura que se va acercando no es igual a la común de los mortales. Él es distinto. Pero lo que más llama la atención es que, a su paso, haya mucha o poca gente, va saludando sin pararse a todos, uno por uno, los que se van cruzando con él. Y yo también me cruzo con él, y a mí también me saluda y yo le correspondo siempre, todos los días, desde el primer día en que me mostré perplejo por su actitud.
Balmaseda en la memoria de un «frailillo».

A lo largo de nuestra vida se nos van acumulando en la memoria ciertos sucesos que se van quedando pegados a ella de manera indeleble y duradera, no todos tienen que haber sido importantes, también aquellos de paso fugaz y que se han producido hace muchos años. En muchos sentidos, nuestros recuerdos nos hacen ser quienes somos, son nuestra esencia como seres humanos. Pero para que esos recuerdos perduren necesitan de la memoria, un concepto que a pesar de ser conocido por todos, desconocemos en profundidad. En este artículo, y a petición generosa de un amigo balmasedano, trataré de rememorar hechos que sucedieron hace 60 años pero que de manera inverosímil se han mantenido en «mi disco duro».
Y es que la memoria hace referencia a una capacidad mental cuya función es codificar, almacenar y recuperar información. Es decir, nos permite guardar en nuestro interior experiencias tales como sentimientos, sucesos, imágenes o ideas a través del túnel del tiempo.
En este caso concreto utilizaré lo que los expertos llaman: Memoria episódica. Es aquella caracterizada por el recuerdo de sucesos o experiencias de carácter personal, bien de un momento concreto como puede ser el día de nuestra boda o los que se alargan durante un periodo más largo de tiempo.
La Ermita del Ángel

Siempre resulta complicado escribir sobre algo de lo cual ya se ha escrito y mucho anteriomente. Volver sobre el mismo tema pero dándole otro enfoque, o tratar de dar más información y de manera diferente, conseguir el obtener otra visión distinta sobre el mismo hecho o sobre el mismo lugar es el reto del investigador o del historiador. Voy a tratar de ver desde otra perspectiva un lugar que todo getxotarra debería conocer a pesar de estar como escondido detrás de otro edificio histórico del Barrio de Andra Mari y a la sombra de su Parroquia. Estoy hablando de la Ermita, o quizá Humilladero, del Ángel de la Guarda.