Hace unos días, muy pocos, estaba en las Islas Canarias disfrutando de su sol, de su gastronomía y su paisaje, y con la sana intención de desconectar de todo lo que me acecha por la cabeza a diario. Nada que no desee hacer cualquier «Homo sapiens» que se precie. Uno de los días, se nos ocurrió hacerle una visita a la villa de La Orotava, población no muy lejana al lugar de donde estábamos alojados.
Lo primero que llama la atención, en toda la isla, pero sobre todo en esta villa, son sus cuestas, sus pendientes, sus calles empedradas que no invitan a un paseo ni siquiera a uno tranquilo porque llega a ser hasta cansino por su dificultad, sobre todo si tus piernas ya tienen unas cuantas décadas y varias operaciones quirúrgicas en ellas.
Esta población, Patrimonio de la Humanidad, tiene muchos lugares para ver y admirar, como el Palacio Municipal, la Casa de los Balcones, la Ruta de los Antiguos Molinos de Agua, la Iglesia de San Juan Bautista, los Jardines Victoria con su Mausoleo Masónico y el Panteón de la Quinta Roja, el Liceo de Taoro, la Iglesia de San Agustín y Casa de la Cultura, sin olvidarnos de ir mirando los imponentes balcones que cuelgan de sus casas centenarias.
No obstante, el auge del turismo no ha representado la transformación de la tradicional imagen urbana de La Orotava, como sí sucedió en núcleos poblaciones cercanos. Este hecho ha ocasionado en gran medida, la pervivencia de un Conjunto Histórico único en el Archipiélago, conservado bajo un signo de unidad monumental, caracterizado por la variedad estilística de sus edificaciones, notablemente adaptadas a un medio físico hostil, que configuran la imagen de un lugar poseedor de un carácter propio donde la arquitectura se erige en el símbolo iconográfico más representativo de su pasado histórico, de la evolución de un pueblo y de sus gentes, y en la seña de identidad que representa de un modo fiel y significativo, la personalidad de un municipio marcado por la conservación del legado de las sucesivas generaciones que han protagonizado su historia.
Son muy conocidos los balcones típicos que adornan las fachadas de sus casas tradicionales, las alfombras de flores y de tierra volcánica que se realizan cada año en La Orotava durante las celebraciones del Corpus Christi, y su tradicional Semana Santa, que se celebra desde el siglo XVII.
Pero si hay un edificio que destaca es la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción.
La Iglesia Nuestra Señora de la Concepción es un templo que hay que ver en La Orotava sí o sí. Está considerada la mejor muestra del arte barroco de Canarias. Sus orígenes se remontan a 1516, así que como te puedes imaginar, tiene historia.
De hecho, ostenta el rango de Monumento Nacional desde 1948, por lo que es un lugar de interés para todos los visitantes, especialmente si te gusta la arquitectura y el arte. Te llamará la atención, sobre todo, su cúpula. Su diseño está inspirado nada más y nada menos que en la de la Catedral de Florencia (Italia).
Desde casi cualquier mirador de la ciudad podrás ver la bonita cúpula roja asomando entre los edificios de la villa. Aunque sin duda merece la pena acercarse a conocer también su fachada y, por supuesto, su interior.
Como suele ser muy habitual, en el interior de esta Iglesia hay un elemento que no se destaca ni siquiera es objeto de una sola línea en los folletos que se ofrecen al visitante. Y es el órgano que alberga el coro alto.
En cambio, este servidor, cuando entra en cualquier recinto religioso, en lo que primero se fija es en si tiene órgano y dónde está ubicado. Lo analizo a primera vista y trato de averiguar de qué año puede ser, quién puede haber sido su maestro organero, de qué factura es, y pregunto, si hay alguien a quien preguntar, si existe algún folleto que hable de él y de sus características, cosa que suele suceder en muy pocas ocasiones.
Una gran mayoría de los que lean estas líneas pensarán que este tema del órgano, es una cuestión menor y todavía más inferior si no eres una persona adicta a entrar en este tipo de recintos si no es para admirar su arquitectura y no para unos momentos de recogimiento, reflexión y rezo. Además, la misma gran mayoría opinarán que la música que puede ofrecer un órgano son formas de hacer música de tiempos pasados que no tienen cabida dentro del espectro de las músicas actuales. De la misma manera que ellos desprecian este tipo de música, desprecio yo la suya por opinar que es sólo moda, que no perdurará en el tiempo y que sólo sirve para mera diversión momentánea, sin dejar ningún tipo de poso emocional. Y me refiero al estilo y a los usos interpretativos que, lógicamente, han ido cabiando a lo largo de los tiempos.
Ahora gusta a los jóvenes vivir la música, muy ramplona por otra parte, entre multitudes, todos ellos, bailando, saltando, cantando a grito pelado. Algunos preferimos dejar volar la imaginación mientras las ondas sonoras se desplazan por las naves de los templos, bañándonos con su riqueza tímbrica y armónica, mientras los oyentes, en un respetuoso silencio captan lo que el compositor y el intéprete quieren comunicar. Es otra manera de escuchar la música, más personal, más interior, más de cada cual. Vivimos en un mundo totalmente diferente al que construyeron nuestros abuelos y la vivencia de la música, también es distinta. Pero la actual a mí no me gusta, me da dolor de cabeza.
Al entrar en la Iglesia, había alguien tañendo en el órgano una pieza que identifiqué como de Correa de Arauxo. Me extrañó la elección de esa partitura porque el órgano no es de la línea renacentista, ni tiene tubería «en batalla», ni teclado de «ventana» de espaldas al presbiterio. Luego me dí cuenta que lo que se estaba haciendo era una puesta a punto del instrumento, una afinación de cada nota. No le dí más importancia.
Y fue al salir del templo cuando me llamó la atención un cartel que informaba de un Concierto de Órgano ¡al día siguiente! y además el artista intérprete iba a ser nada menos que ¡Juan de la Rubia!, para mí el mejor organista de España en la actualidad, sin menospreciar la valía de otros muchos, que los hay y muy buenos.
Sólo me faltaba consensuar con mi pareja, ya que ella no es adicta a este género musical a pesar de ser yo organista, la fórmula para que ambos quedásemos conformes, un servidor asistiendo al concierto y ella acudiendo a otra actividad de su gusto. Y en ello quedamos. Al día siguiente volví a La Orotava dispuesto a saborear el programa que nos hubiese preparado Juan de la Rubia.
Este hombre tiene, a sus 41 años, un curriculum impresionante. Sólo baste decir que es el Organista Titular de la Basílica de la Sagrada Família de Barcelona, no me voy a extender más en él. Y lo tuve delante, le saludé porque le conocía de otra ocasión en la que tuve la oportunidad de compartir Master Class en el VII Congreso Internacional del Órgano Hispano que se celebró en Santiago de Compostela en marzo del 2017 y de cenar con él una noche en la que demostró dos cosas, su sapiencia y su humildad, pretendiendo aprender de nosotros en vez de ser nosotros los que nos empapásemos de sus enormes conocimientos. Cena que recuerdo con mucho cariño.
En cuanto al órgano de esa parroquia es un instrumento alemán de la Casa E.F.Walcker y Cía que fue donado por DªPilar Casañas , viuda de Pérez, en 1914. Su gran caja no se adscribe a ningún estilo artístico definido, sino que es meramente funcional. Sin embargo, desde el punto de vista de su estética sonora, es un órgano romántico de transición neumática, sistema que la Casa afirma ser la pionera en su empleo, así como dicen ser los primeros en utilizar el ventilador eléctrico que en su día sustituyó al movimiento manual para proveer de aire al órgano, con la consola de mando separada del instrumento y dirigida hacia el altar. Tiene dos teclados manuales de 58 notas y un pedalero de 30 notas, además de 1.488 tubos, a los que se añade el dispositivo del Trémolo, crescendo, diminuendo general, expresión del recitado y 4 combinaciones fijas (P, MF, F, Tutti).
Y vamos con lo que dió de sí el concierto. De entrada, el repertorio que se nos facilitó era una combinación de música de autores románticos como C. Franck, Guilmant o Liszt con autores recientes y todavía vivos y una serie de improvisiones sobre motivos gregorianos como el Salve Regina, Veni Creator Spiritus o el Victimae Paschali. Su actuación se puede definir como «magistral» porque aúna y combina naturalidad y espontaneidad con una técnica exquisita, sacándole al instrumento una cantidad tal de matices como ninguna orquesta podría.
Sólo puedo añadir que las 120 personas, aproximadamente, que estábamos en el recinto parroquial, guardó un respetuoso silencio, incluso excesivo porque no aplaudió ni siquiera al finalizar alguna de las piezas, quiero pensar que por desconocimiento de las mismas, pero que al finalizar el concierto, de pié y con la mirada vuelta hacia el coro, aplaudió a rabiar al intérprete que tuvo que realizar un bis de caracter sencillo pero muy emotivo «Jesús, alegría de los hombres», la cantata 147 de J.S.Bach.
Para finalizar, una última reflexión. ¿Interesan los conciertos de órgano? Si nos fijamos en la ingente programación de conciertos que se dan a través de todo el Estado, la rehabilitación auspiciada por las Diputaciones de múltiples órganos históricos y el apredizaje de este instrumento por jóvenes que cada vez se arriman más a él, nos dice e indica que sí, aunque la asistencia, in crescendo, todavía no sea elevada. La calidad de los organistas que se dedican a dar conciertos anima a las personas de pequeños pueblos en los que existe un órgano histórico rehabilitado y puesto al día a conocerlo y disfrutarlo, y en las grandes ciudades no se necesita ser una persona religiosa para acudir a ellos, sino ser sensible a una música imperecedera.
Una vez más, la casualidad me ha dado la oportunidad de asistir a un espectáculo sonoro, único. Gracias, Juan, por tu arte.