Javi Campo

¿Alguien sabe lo que es la Memoria Histórica?

La wikipedia nos dice que la Memoria Histórica es un concepto historiográfico de desarrollo relativamente reciente, que puede atribuirse en su formulación más común a Pierre Nora, y que viene a designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrar su pasado, sea este real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto.

Pero, al parecer, en nuestro país este concepto está limitado a lo sucedido en la llamada Guerra Civil del 36 y a un revisionismo de lo contado prácticamente en exclusiva por los vencedores del conflicto, sesgadamente, hasta ahora.

Esta situación circunscrita a un único hecho histórico reciente es limitativa por cuanto que la historia de nuestro pueblo es mucho más amplia y a ella, en su totalidad, debemos referirnos. Me niego a quedarme en esa imagen que todos tenemos, más o menos difusa, más o menos verdadera, de la horrenda guerra fratricida. Mi intención es ir más allá.

El desconocimiento provoca falta de comprensión sobre los procesos históricos que han dado como resultado nuestro presente, generando un profundo déficit democrático que se sustancia día a día en una sociedad despolitizada y poco participativa. Vivimos una democracia de bajo nivel y una de las causas es que está asentada sobre el olvido. Estamos construyendo nuestra historia como pueblo no con nuestro guión, sino con el de los que promovieron (y promueven) el olvido. No somos, realmente, dueños de nuestro presente, porque sólo conocemos nuestro pasado vagamente y de éste sólo el  más cercano. ¿Acaso sabemos algo de nuestro pasado más allá de 1936? ¿Acaso conocemos los nombres y personas que nos han precedido más allá del siglo XX?

Stanley Payne, autor de La represión durante la guerra civil y bajo el franquismo: historia y memoria histórica, ‘sentenciaba’ en 2006, en una entrevista para ABC: «Memoria histórica» ni es memoria ni es historia. Lo que se llama «memoria histórica» o «colectiva» no es tal cosa, sino una versión, o versiones, creadas por publicistas, patriotas, activistas políticos, periodistas o hasta por algunos historiadores interesados. Se trata esencialmente de mitos o leyendas creados acerca del pasado. Pueden tener alguna dosis de verdad empírica, o ninguna. La memoria es individual y subjetiva, nunca es «histórica» o «colectiva» como tal. La historia, en cambio, no se basa en memorias individuales subjetivas, sino en la investigación intelectual de los datos empíricos que sobreviven del pasado. Hay algunos estudiosos e investigadores que están excavando fosas y llevando a cabo investigaciones serias. Eso es siempre importante, y en cuanto es investigación seria debe ser aplaudida. Pero esto es totalmente diferente de querer imponer una versión sesgada y partidista, que rechaza los resultados de la investigación. «Revisionismo» es una palabra empleada muy mal, actualmente en España, para describir a los que disienten de la corrección política. La verdad es que una «revisión» es la función de la mayor parte de la investigación seria. Si no se quieren descubrir datos nuevos que pueden enriquecer y «revisar» nuestro entendimiento, ¿por qué investigar? Pero la versión meramente politizada de la promoción de la «memoria histórica» no quiere revisar sino repetir e imponer una versión. El movimiento político sencillamente no tiene interés en la historia, y así no se trata de su revisión sino de su politización o anulación.

En verdad, la memoria histórica no existe, porque se trata de un oxímoron o contradicción en términos. La memoria es exclusivamente individual, pero cada uno tiene una memoria algo diferente de las cosas, y un mínimo de experiencia de la psicología humana nos revela que es inevitablemente subjetiva, hasta entre personas de buena fe. La verdadera historia, en cambio, no se basa en las memorias individuales y subjetivas, sino en las fuentes y datos concretos de la investigación, ya sean documentos, archivos, fuentes primarias, publicaciones, testimonios u otros. Además, el estudio histórico no es una actividad meramente individual, sino que es el resultado de todos los historiadores serios y profesionales. Una obra colectiva. Por ello, la memoria histórica, como tal, no existe.

Podemos estar de acuerdo o no con estos axiomas pero dan entrada a una  reflexión de lo que nos quieren “colar” sobre una época que no sólo se ha pretendido olvidar, sino que, en la actualidad, se trata de mostrar como algo histórico que nada tiene que ver con nuestro presente. Muchas personas, incluso eruditos en el tema y no digamos los políticos, de forma teórica piensan que la memoria hay que reivindicarla pero la realidad es que se queda en pura teoría ya que es el olvido el derecho más ejercido en la práctica y la memoria el deber peor ejercido. No tenemos más que echar un poco la vista atrás para darnos cuenta de “en qué ha quedado la Ley de Memoria Histórica aprobada a mediados de septiembre del 2020 que sustituía a la de Zapatero del 2007”. ¿Quién se acuerda de ella? Sólo los verdaderamente interesados por estar implicados familiarmente con algún represaliado, desaparecido o fusilado.

¿Solemos hacer buen uso colectivo de la memoria? Tiendo a pensar que no. Alguna vez he escrito que recordamos mal: tendemos a hacer un uso autocomplaciente, cuando no reconfortante, del pasado. Pero conviene distinguir con la mayor claridad posible el reconocimiento del conocimiento. En este último, por principio, ha de aparecer al final algo nuevo, que ignorábamos. Si acudimos a la memoria con el desenlace sabido la desactivamos; y lo mejor que nos puede ocurrir en nuestros viajes al pasado es que nos encontremos con algo totalmente nuevo que nos sobresalte; no que nos consuele o cargue de razón.

Y para los que queremos adentrarnos en la historia, haciendo a la vez literatura para que mejor se entienda, la directora de la R.A. de la Historia, Carmen Iglesias, nos indica que:”La historia está hecha por mujeres y hombres concretos porque no sólo importan los grandes hechos o batallas que ya todos conocemos, también están las vidas de las personas. De lo que se trata es de reconstruir su entramado y en medio de ellos, los políticos, los intelectuales, los militares pero también es importante conocer la existencia y entorno de un conservero bermeano, de un baserritarra de Mungía o de un obrero sestaoarra de la metalurgia, por ejemplo”.

Hoy en día se lleva mucho, porque queda muy bien y como si supieses de lo que estás hablando, el decir que este tipo de bibliografía es “transversal” y “profunda”. En Historia no hay unanimidad, ni es aconsejable. La Historia no es absoluta pero sí puede y debe ir marcando una objetividad. Isaiah Berlin, uno de los principales pensadores liberales del siglo XX,  habla de valores absolutos como la religión, de valores objetivos que son los que construimos entre todos con rigor y consenso, y de valores subjetivos, que ahora lo invaden todo. Eso es la postverdad que se define como “la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. La Historia, con mayúscula, debe de tener mucho cuidado con aquellos que intentan mostrarnos esta “realidad” porque lo que no se puede permitir un historiador es la deshonestidad profesional, es decir, “la ideologización retrospectiva, el anacronismo (interpretar la historia no en función de las percepciones de los contemporáneos, sino a la luz de los problemas de hoy), la manipulación burda, la parcialidad, la politización, no buscar la verdad o falsearla para arrimar el ascua a su sardina ideológica”.

Un historiador tiene ideología menos cuando escribe”, esta frase tan redonda y rimbombante queda muy bonita pero qué difícil es desprenderte de ese sayón, esa albarda que todos llevamos encima cargada de elementos foráneos, y digo foráneos porque todos estamos influenciados por lo anteriormente leído, por lo enseñado y aprendido, por las noticias televisivas, por tertulianos opinadores  de todo y sabedores de nada. Es la literatura de los sabios los que forman un territorio sin pasado propio para convertirse en un espacio consciente que evita el olvido.

No hay mejor medio de introducirse en la Historia que a través de las biografías. […] La vida de los otros es el único parámetro de referencia sobre la propia vida«, ha explicado la directora de la Academia antes citada parafraseando a Anna Caballé escritora experta en biografías. Por esto el que esto escribe ha seguido este camino para plantear, primero, mis investigaciones como observatorio humanístico, y después la mejor manera de transmitir al lector los conocimientos adquiridos en ellas. Una cuestión que he tenido muy presente es que la información de épocas pasadas envejece en la medida que nuevas investigaciones salen a la luz y su divulgación depende de la publicación de herramientas útiles de consulta, como son los distintos archivos cada vez más digitalizados puestos a disposición de aquellos que quieran adentrarse en ellos. Estos actualizan los hallazgos científicos y proporcionan conocimiento al público lector, popular o letrado.

En mi última obra “Saliendo de la invisibilidad.-Retratos de mujer”, y permitirme que hable de ella como los “aitites” hablan de sus nietos, aparte de poner en valor a la mujer como género dentro de la historia, lo que trato es recuperar la memoria de este pueblo de Getxo y por extensión de toda Bizkaia, sin historiografía en clave femenina hasta ahora, poniendo en las manos del lector una magnífica oportunidad de descubrir las figuras de las que nos han precedido y que coadyuvaron a forjar lo que es hoy. A través de estas 29 mujeres se desarrolla tanto su vida, sacándola a la luz, como las vicisitudes de la sociedad en la que estuvieron inmersas, formando un conjunto excepcional por los miles de datos que se ofrecen de forma veraz, clara, sencilla y digna de ser tenida como libro de cabecera.

Pongo a disposición del lector y/o lectora, un conjunto de vidas, algunas de personajes conocidos, otras totalmente desconocidas pero que todas ellas fueron pioneras en algo o por algo, desde la 1ª “curandera empírica” que tuvo que huir del País Vasco por ser acusada de bruja en la Baja Edad Media, pasando por una mujer que accedió al puesto de “Pariente Mayor” del mayorazgo de los Getxo-Martiartu-Butrón, la primera mujer que se sepa que denunció y llevó a juicio a su marido por malos tratos, la creadora, en gran medida, del barrio de Las Arenas, la 1ª mujer que consiguió poner un negocio a su nombre y no al de su marido, una de las primeras mujeres que accedieron a la profesión docente, varias mujeres de honda raigambre algortarra que se convirtieron en grandes benefactoras de su pueblo, la 1ª mujer licenciada que hubo en el estado, la historia de una mujer que parió 25 hijos, doce de ellos en el barrio de Romo, la 1ª mujer “ingeniera industrial” acabando la primera de su promoción, la 1ª mujer que accedió al cargo político de Alcaldesa de una capital de provincia, la 1ª mujer que obtuvo el “Carnet Profesional” de jugadora de Golf, la “vidente” de Umbe, otra mujer que desde su pequeña casita del Puerto Viejo luchó denodadamente porque los jóvenes no cayesen en el mundo oscuro de la droga, alguna de las que tuvieron que huir de la barbarie fascista con lo puesto y otras mujeres que desde sus distintas posiciones sociales, han conseguido “empoderarse” por sí mismas, sin tener en cuenta al hombre que tenían al lado. Este repaso de mujeres únicas va desde la Baja Edad Media hasta la actualidad.

Por supuesto, de todas ellas hago una interpretación en la que subyace una fuerte concepción en la que, para explicar esta historia, el contexto de cada una es sustancial y parte inherente de la disciplina que el autor tiene que observar y asumir si quiere hacer bien las cosas.

Hay quien dice que es un libro muy feminista para haber sido escrito por un hombre, pero no sé cuánto de feminista tendré, es lo que me ha salido en cada momento y si a las mujeres les ha gustado el enfoque que les he dado a cada una de las historias, me doy por satisfecho.

 

 

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Javi

Sobre mí

«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

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