Javi Campo

Getxo.-VII.- El busto de Alberto de Palacio

Un pueblo como Getxo se disputa con dos nobles Villas, Madrid y Portugalete, el reconocimiento que merece este ilustre ingeniero-arquitecto, arquitecto-ingeniero mundialmente conocido por ser el inspirador del mal llamado "Puente Colgante" que une los dos lados de nuestra ría. Por ahora es Portugalete el que gracias a la letra de una famosa canción se lleva el gato al agua y es indudable su conexión, pero los que somos de la margen derecha no podemos consentir que se olvide la nuestra, tan potente como la de ellos.

Pero tampoco podemos obviar que los avances tecnológicos, los avances de la ciencia o la invención y realización de las cosas, no las realiza una sola persona aunque haya surgido de su ingenio y, en este caso, sea el diseñador original. Normalmente es una la que se lleva la gloria y el reconocimiento pero esa persona no ha estado sola. Ha tenido que tener colaboradores necesarios, ha tenido que hacer uso de una complicidad laboral con otras personas sin las cuales no se hubiese podido seguir adelante con sus sueños o quimeras. Y éstas quedan relegadas e incluso totalmente olvidadas.

Por otro lado, en un alto porcentaje de casos, cuando se cuenta la historia se tiende a simplificar por razón de espacio o de tiempo, por lo que el lector se queda con un relato de verdades a medias o con datos que no suelen ser los más relevantes. Para que no se dé esto en este caso, nos alargaremos un poco más para dar una visión más completa de la historia de este homenajeado personaje. Estamos hablando, en este caso, de la persona que ha quedado en la historiografía popular como si fuera el «único» que creó, primero en su mente y luego con sus manos, el llamado en la actualidad «Puente de Bizkaia«: Alberto de Palacio y Elissague. Antes, un poco de historia.

La fecha real de su nacimiento se ha convertido en un galimatías aún hoy por descifrar,  ya que hay historiadores que la sitúan en el día 12 de Enero, otros en 24, otros el 25 y otros el 28 de 1856. En lo que sí se ponen de acuerdo, aunque en un principio existieran dudas, es que el feliz acontecimiento se produjo en el caserío Benoiteri  de la localidad vascofrancesa de Sare, que era la residencia de su tío materno, boticario del lugar,  cuyos padres eran ambos de origen vasco. Su padre era el empresario Antonio Palacio Montemayor, natural de Gordexola, en la comarca vizcaína de las Encartaciones. Su madre Estefanía Elissague era natural de Sare, localidad de Iparralde muy cerca de la frontera con España. Ambos se habían conocido y casado en México donde Antonio Palacio había tenido importantes negocios, al igual que en España, lo que le había valido para tener acumulado un importante patrimonio, por lo que Alberto pudo gozar siempre de una desahogada situación económica. Cansados de la inestable situación política del país norteamericano, el matrimonio decidió regresar a Europa.

Alberto y su hermano un año mayor, Silvestre, pasaron la mayor parte de la infancia a caballo entre la casa familiar materna de Sare y la casa palacio paterna en el barrio de Sandamendi de Gordejuela. Eso les permitió crecer en un ambiente trilingüe donde se hablaba español, francés y euskera con asiduidad.

A una edad temprana, sus padres mueren víctimas de un accidente dejando a los dos hermanos huérfanos y a cargo de la tutela de la familia Epalza a la que les unían vínculos familiares por la parte paterna. Los Epalza poseían una villa en Portugalete, por lo que los hermanos empezaron a pasar largos veranos en la localidad vizcaína, iniciándose de esta manera la vinculación de Alberto Palacio con la localidad portugaluja que se mantendría durante toda la vida e incluso después de su muerte ya que está enterrado en el cementerio de esta localidad.

          Panteón donde reposan los restos de Alberto Palacio en el cementerio de Portugalete

Los estudios secundarios los realizó, interno, en el Colegio jesuita de San Zoilo y San Félix en Carrión de los Condes, Palencia, lo que le permitió vivir la adolescencia y primera juventud alejado de la III Guerra Carlista (1872-1876). Los jesuitas inculcaron al joven Alberto Palacio unas profundas creencias religiosas que le acompañaron el resto de su vida. Desde Palencia partió a Barcelona para realizar estudios universitarios en la Escuela Provincial de Arquitectura de Barcelona, siendo integrante de una de las primeras promociones licenciadas en dicha facultad quedando el primero de la suya. En 1882, a los veintiséis años de edad obtiene su licenciatura con brillantes calificaciones.

Una vez acabada la carrera y gracias  a su buena situación económica y su conocimiento del idioma francés, decide marchar a Francia a completar su formación. El vecino país galo se encontraba en ese momento de su historia a la vanguardia de la arquitectura creativa. Realiza un viaje por Francia conociendo de primera mano las novedades técnicas constructivas. Se entrevista entre otros en París con Gustave Eiffel y con Ferdinand Arnodin, (1ª persona necesaria y principal) gran especialista en puentes de cables y que es considerado como el inventor de los puentes transbordadores ya que son de su invención 9 de los 18 conocidos en el mundo de los cuales tres sobreviven aún hoy. Fueron los primeros puentes de cable, luego llamados «atirantados«.

Alberto también se adentró en París en el conocimiento de diferentes prácticas médicas, astronómicas o de ingeniería que le interesaron el resto de su vida. Este y otros viajes posteriores le convertirían en uno de los arquitectos españoles mejor informados de los conceptos técnicos y formales que inspiraban la nueva arquitectura gala. Empezó su carrera laboral con apenas 30 años, interesándose desde un primer momento por conectar las dos orillas de la desembocadura de la ría a la altura de Portugalete, población en la que se crió debido a su relación familiar con los Epalza como hemos dicho. En 1883 puso fin a su periodo de formación, se estableció en Bilbao donde contrajo matrimonio con Leonor de Arana e Iturribarria, una joven bilbaína perteneciente a una influyente familia de la ciudad. Fruto de este matrimonio nacerían tres varones y una niña, muerta ésta al poco de nacer. El matrimonio Palacio-Arana trasladó su residencia, al poco tiempo de la boda a Madrid, donde obviamente había mayores oportunidades laborales para Alberto y cuyas obras en la capital del Estado son desconocidas para la mayoría de las personas aunque sean de gran relevancia. Aquí les dejo una relación que muestra lo realizado por una persona de una imaginación desbordante pero reseñando aquellos nombres de colaboradores necesarios muy significados.

  • Palacio de Velázquez en el parque del Retiro, Madrid, (1881-1883) con R. Velázquez Bosco.
  • Cimentación y estructuras del Banco de España, Madrid, (1884-1891) con E. de Adaro, S. Sainz de la Lastra.
  • Puente-transbordador de Vizcaya, Bilbao, (1885-1893)
  • Palacio de Cristal en el parque del Retiro, Madrid, (1886-1887) en colaboración con el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, manifestándose como uno de los arquitectos españoles que mejor dominaban el hierro en su época.
  • Estación de Atocha o del Mediodía, Madrid, (1888-1892) con H. Saint James.
  • Vivienda de Alberto de Palacio en la calle Miguel Ángel, Madrid, c. (1900 (desapar.))
  • Clínica del doctor Esquerdo en Carabanchel, Madrid, (1908)
  • Sanatorio del doctor Tapia, Madrid (1908)
  • Fábrica Osram en el paseo de Santa María de la Cabeza, Madrid, (114-1916) con F. Borrás Soler.
  • Grupo de casas baratas Reina Victoria, paseo de Extremadura, Madrid (1918- no finalizadas)

          Un ejemplo de su obra en Madrid.- El Palacio de Cristal del Parque del Retiro de Madrid.

En cuanto a la gran obra del Puente de Bizkaia hay datos que, aunque están publicados no son conocidos por una mayoría de la gente. Por ejemplo, que necesitó la ayuda de su hermano Silvestre, (2ª persona necesaria) ingeniero, y no fue en la única obra en la que fueron colaboradores. Otra persona fundamental fue Santos López de Letona, (3ª persona necesaria y primer accionista de la sociedad creada al efecto) indiano de Zeánuri que aportó el capital suficiente para su construcción. Y por supuesto, el francés Ferdinand Arnodin que fue quien, en realidad, lo construyó después de que el constructor bilbaíno contratado para ello, falleciera al ser atropellado por un carro. Y, por último, no me olvido de los verdaderamente necesarios como fueron los obreros que, con su dedicación y esfuerzo, hicieron posible esta obra de la que disfrutamos a diario. Por fin, el Puente fue inaugurado el 28 de julio de 1893 acudiendo todas las personalidades civiles, religiosas y militares del momento e incluso la Infanta Isabel.

                                 Estado en que quedó el puente después de su destrucción

 

                                 Foto del Puente de Bizkaia a vista de dron

Durante la guerra civil el puente sufrió varios bombardeos que no consiguieron dañarlo, sin embargo en junio de 1937, ante la llegada de las tropas nacionales, el Batallón de Ingenieros del Ejército del Norte, recibe la orden de destruir todos los medios que permitiesen cruzar el río Nervión. El 17 de julio de 1937 se produce  la voladora del puente, cuyo travesaño cae a las aguas de la ría. Esta noticia supuso un duro golpe para la maltrecha salud del arquitecto que falleció dos años después en su casa de Las Arenas a donde había trasladado su residencia ya que su casa madrileña había sido destruida durante dicha guerra, perdiendose todos sus libros, inventos y proyectos. En 1939 se procedería a la reconstrucción del puente bajo la supervisión del ingeniero de caminos José Juan-Aracil Segura (éste es su verdadero nombre y apellidos), y no Juan José Aracil como han escrito algunos, con algunos cambios sobre el puente original, y entre ellos, el más significativo tuvo que ver con los sistemas de suspensión. El proyecto de Juan-Aracil introducía bastantes cambios sobre el proyecto original. El más importante fue la eliminación de los tirantes de los extremos de la luz en el vano principal, que el autor justificaba por la dificultad que suponía la indeterminación de la actuación conjunta de péndolas y tirantes. Sin embargo, y como el propio Juan-Aracil reconocía, eso le obligó a aumentar la inercia de la viga, pasando de dos a tres metros de canto. Finalmente en el año 1941, el 19 de Junio, se reanudó el servicio. Esta emblemática infraestructura se ha ido adecuando a los tiempos, los carruajes dieron paso los automóviles y el crecimiento económico y el desarrollo urbanístico impusieron nuevos servicios cada vez más modernos. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 2006, la estructura mide 45 metros de altura y 160 de longitud. Se trata de una obra que permite la navegación, gracias a una barquilla que se desplaza suspendida de un tablero superior. Es para la UNESCO “una excepcional expresión de creatividad técnica, en la que se combinan perfectamente su funcionalidad y su belleza estética”. Hoy en día, después de más de un siglo de servicio, el Puente se ha convertido en todo un símbolo para el pueblo y motivo de visita para todos los forasteros que se acercan por estos lares.

Un busto en homenaje al gran arquitecto vasco que diseñó esta obra que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO  el año 2006, se encuentra en medio de los jardines que alberga la Plaza Zubia o del Puente y junto a este gran arco de triunfo de la industrialización. La obra se debe al  santurtziarra Ricardo Iñurria Arzubide (1908-1995). El pedestal es de piedra y de bronce, la cabeza. Mide 270x67x67 y se inauguró en 1956.

Este artista multidisciplinar dedicó su vida a la pintura, la talla y a esculpir diversos tipos de obras. Sin embargo, su principal actividad fue la escultura, en la que sobresalen sus trabajos en el campo de la imaginería policromada, donde han destacado varias esculturas muy veraces, a la altura de los grandes imagineros del barroco español. Como escultor, su figura ha quedado adscrita a la que puede denominarse como segunda generación de escultores vascos tras Francisco Durrio, Nemesio Mogrobejo o Moisés Huerta.

De su extensa obra destacan los pasos procesionales “Ecce Homo” (1944), “La flagelación del Señor” (1955), popularmente denominado “Los azotes”, y la imagen de San Antonio para la iglesia homónima de los franciscanos de Iralabarri. Fuera de Bilbao, destacan la imagen de la Virgen de las Mercedes, en la iglesia del barrio de Las Arenas en Getxo, el Cristo en la cruz en la iglesia de San Pedro de Mungia y la excelente Piedad de la iglesia de San Andrés de Ibarrangelua. En el Museo Diocesano de Arte Sacro se exponen dos obras: Crucifijo y El bautismo.

No obstante, su obra más popular es el Monumento a la Virgen del Carmen, en el puerto de su pueblo natal, cuya construcción se inició en 1948, hace 70 años. El monumento, construido por partes dado su tamaño (6 metros el pedestal y otros tantos la estatua), está esculpido sobre piedra de Urduliz.

INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO A
DON ALBERTO MARÍA PALACIO,
AUTOR DEL TRANSBORDADOR
DEL PUENTE DE VIZCAYA (Boletín Estadístico de la Villa.- 2º Trimestre de 1959.- Nº 614)

«Al mediodía del 21 de mayo de 1959 fue inaugurado el monumento a la memoria de don Alberto María Palacio, genial realizador del famoso Puente de Vizcaya, monumento levantado por iniciativa del señor alcalde de Guecho, don Juan Bautista Merino, (y costeado por la Diputación de Vizcaya y los Ayuntamientos de Bilbao, Portugalete y Guecho), en los jardines de la plaza del Generalísimo, de Las Arenas. Al escultor bilbaíno Ricardo de Iñurria se debe el busto que corona el monumento. Al acto asistieron representaciones de la Diputación y de varios municipios vizcaínos, un nutrido grupo de arquitectos e ingenieros, destacadas personalidades que prestaron su colaboración a la erección del monumento, así como los hijos del homenajeado, don Alberto y don Jesús, y numeroso público.
El busto de don Alberto María Palacio, que se encontraba cubierto con la bandera de los colores nacionales, fue descubierto por don Alberto, hijo mayor del venerado autor del Puente, prorrumpiendo los asistentes en grandes aplausos. Seguidamente, el alcalde de Guecho, señor Merino, dirigió breves palabras para referirse a la vida de inquietudes y de trabajos del creador de tan gigantesca obra, que en principio se llamó Puente de Palacio, y que por ser la primera de esta clase, tuvo que luchar mucho para llevar adelante su
proyecto con la oposición de calificados organismo técnicos. Le contestó, con la natural emoción, don Jesús Palacio, para agradecer el homenaje que se rendía a su padre, quien puso su ciencia y su trabajo en el mayor servicio de su tierra natal y de España; recordando que vino a morir al pie de su obra predilecta, y que en el cementerio de Portugalete reposan sus restos mortales. Ambos oradores fueron muy aplaudidos.
Don Alberto María Palacio fue arquitecto, ingeniero y médico, y creador autor del Puente de Vizcaya que se alza majestuoso a la entrada del puerto de Bilbao. Se asienta sobre cuatro esbeltas torres metálicas de 63 metros de altura, separadas a una distancia entre márgenes, de 160 metros, y unidas por un puente colocado a 45 metros de altura sobre la pleamar equinoccial, por el que se desliza un carro del que pende una espaciosa plataforma a pocos metros del agua, accionado eléctricamente, para transportar viajeros, vehículos y mercancías. Se inauguró el 28 de julio de 1893, con asistencia de la infanta doña Isabel de Borbón. El señor Palacio dirigió también otras obras, entre las que merecen destacar las del Banco de España, en Madrid, de difícil cimentación; las de la estación del Mediodía, de la capital de España, y las del monumento a Colón, en Barcelona».

Quizá no he descubierto nada nuevo que no esté escrito antes, pero no está de más recordar de vez en cuando las cosas que parecen obvias por vistas o manidas y de esta manera se refresca la memoria de aquellas personas que nos precedieron y que las han hecho posible para que, a nuestro paso, les echemos una efímera mirada quizá sin las más pequeña muestra de admiración, como si hubiesen nacido de la nada y no de la inspiración y talento de una persona.

 

 

 

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Sobre mí

«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

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