Javi Campo

Historia de la Santa y Real Casa de Misericordia de Bilbao

Si hay un lugar conocido en la Villa de Bilbao, por sus proporciones, por su significado, por estar al lado del campo de futbol de San Mamés, por su espectacularidad y, sobre todo, por ser emblemático en la historia de nuestra Villa, es esta Institución tan querida de “la Misericordia”.

Espléndidos jardines dentro de las puertas de «la Misericordia».

Si hay un lugar conocido en la Villa de Bilbao, por sus proporciones, por su significado, por estar al lado del campo de futbol de San Mamés, por su espectacularidad y, sobre todo, por ser emblemático en la historia de nuestra Villa, es esta Institución tan querida y recordada por todos los que ya tenemos una cierta edad.

Quizá los más jóvenes desconozcan su significado por lo que conviene que sepamos un poco más de ella todos, lo que intentaré haciendo una breve descripción de sus actividades a lo largo de los 300 años que lleva en activo.

Por supuesto que estamos hablando de “la Misericordia”, Instituto benéfico popular fundado en el siglo XVIII destinado a proporcionar acogida, formación y trabajo a niños y ancianos pobres. Continúa prestando servicio en 2022, si bien dedicada solamente a residencia de ancianos.

Durante los años anteriores a su fundación, los ancianos pobres eran acogidos en los dos Hospitales-asilo de Bilbao. A raíz de la reforma realizada en el año 1661 quedó solamente el Hospital de los Santos Juanes en Atxuri, pero destinado exclusivamente a la curación de enfermos. La Villa quedó sin un lugar de acogida para sus pobres.

En 1724 el Ayuntamiento acordó la fundación de la “Casa de Misericordia y Refugio” para los vecinos de Bilbao. Pero el vecindario se opuso a la forma en que el municipio quería obtener los recursos y el proyecto fracasó. En 1732 lo volvió a intentar pero no consiguió frutos hasta el año 1752, en que se comenzó a habilitar una casa en Bilbao la Vieja, más concretamente en Urazurrutia que fue comprada por 2500 ducados “para albergar a los pobres forasteros por la noche con separación de hombre y mujeres”. En 1760 se transformó una casa de la Sendeja, que había servido de carnicería y era propiedad de la Villa. Esta casa, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad, marcó el nacimiento de la Casa de Misericordia en Bilbao. En esta casa se especificaba como condiciones para ser acogidos que “sólo se acogían a los pobres de Bilbao, a los niños que no pudieran ser atendidos por sus padres y a los mendigos forasteros y vagabundos, a los que se haría trabajar duro para que se fueran”.

Pronto, el aforo se vió sobrepasado, el Ayuntamiento se consideró impotente para llevar a buen puerto la Administración y dirección de la Casa de Misericordia por lo que tuvieron que ser algunas personas relevantes de la Villa los que acudiesen desinteresadamente a solucionar el problema.

En 1770 se constituyó para su gobierno una cofradía de vecinos, que se llamó Hermandad del Refugio y más tarde Junta de Caridad. Se solicitó al Rey la cesión del antiguo colegio de los jesuitas y, el 18 de enero de 1772, se trasladaron a la nueva sede 68 de los más de 100 pobres que había en la Sendeja. Junto a ella se construyeron los talleres que iban a servir para dar un oficio a los niños asilados e incluso para que trabajaran en ellos los ancianos capacitados. Los hubo de alfarería y loza fina, panadería, telares, cordelería e imprenta, y generaron ingresos económicos que, junto con los donativos, rifas, y algunos impuestos del tráfico marítimo, permitieron que la Misericordia no fuera gravosa para las arcas públicas.

Al poco tiempo resultó pequeña la parte del Colegio que se le había concedido a la Casa por lo que el 13/12/1773 se le concedieron a la Hermandad “todas las piezas de dicho colegio que no estuvieran ocupadas en estudio y habitación del maestro de latinidad”. El Ayuntamiento apoyaba en todo momento las iniciativas de la Hermandad, aunque de vez en cuando tuvieran sus diferencias, porque era evidente que redundaban en beneficio de todo el municipio. A lo largo del siglo que se mantuvo en este solar se le fueron añadiendo nuevos terrenos adyacentes que completaron una propiedad muy importante que sería, en el futuro, la base del cambio que la Junta hará con el Ayuntamiento para adquirir la propiedad de San Mamés.

Durante este periodo, a los niños acogidos se les daba enseñanza primaria por parte de un maestro público y de la misma manera que un médico de la sanidad pública asistía gratuitamente a los enfermos hasta que la Casa tuvo médico propio. No se puede perder de vista que los apuros económicos se solventaban saliendo “las personas de más autoridad todas las semanas a recoger las limosnas por las calles”, ya que el Ayuntamiento se lavaba las manos al opinar que este tema correspondía, al igual que la Administración, la Dirección y el buen gobierno, a la Hermandad establecida. Es decir, la Junta procedía de manera autónoma aunque bajo la protección y vigilancia del Consistorio.

Mientras tanto, el incremento de personas acogidas era tan grande que se plantearon el traslado a unos nuevos locales. Para ello eran imprescindibles dos cosas: solucionar el tema de la financiación y encontrar el lugar adecuado para la instalación. Después de estudiados varios emplazamientos, los Hermanos de la Hermandad opinaron que el mejor serían los terrenos ocupados por el convento San Agustín, situado donde actualmente está emplazado el Ayuntamiento. Todas las instituciones públicas se pusieron de acuerdo aunque los pertinentes permisos se demorasen durante años, nada menos que durante 26 años.

Cuando parecía que todo estaba bien encaminado, incluso con el proyecto del arquitecto D. Severino de Achúcarro aprobado, surgió el levantamiento carlista de agosto del 67, la anexión de una parte de las Anteiglesias de vecinos, la revolución de Septiembre del 67, y las dificultades que puso la Academia de Nobles Artes de San Fernando, retrasando sine die el proyecto.

En ese momento surge la posibilidad de trasladar la Casa de Misericordia a San Mamés, en unos terrenos propiedad de la Diputación por compra a Rafael Guardamino en 1862 que los pone a disposición del Ayuntamiento. La discusión entre partidarios de una u otra ubicación estaba servida. Ganó el proyecto estudiado por el Ayuntamiento que suponía la construcción en San Mamés, basado principalmente en razones económicas.

Así se consiguió un nuevo y más bucólico emplazamiento. El Ayuntamiento compró a la Diputación el edificio y los terrenos colindantes de San Mamés en calidad de Patrono por 500.000 reales, el 3 de mayo de 1871. Y si bien inicialmente su lejanía pareció inconveniente, su amplitud y servicios, mucho mejor dotados y organizados, paliaron las reticencias iniciales. Salubridad, higiene y capacidad fueron garantías contundentes de aceptación. De esta manera se vencieron las reticencias de la Junta de la Hermandad que hubiese preferido el convento de San Agustín.

Estas disquisiciones no empañaron las excelentes relaciones entre la Junta y el Ayuntamiento, tanto es así que cuando llegaron los tiempos de la República, la maquinaria extraordinaria de los Hermanos Vocales de la Hermandad se puso en marcha, moviendo toda la trama oficial de personajes importantes.

El mantenimiento del asilo había sido desde sus inicios problemático. Los principales recursos provenían de los arbitrios sobre los consumos de los ciudadanos de la Villa. Sin olvidar, sobre todo en épocas de penurias, las aportaciones que personas, a nivel individual, a través de diversos legados procuraron paliar en ocasiones los déficits. Así, F. Olascoaga glosó la aportación de María Muñoz (más de 15.000 duros) y de Vicente Zavala (10.000 reales) en los años 1840 y 1842 como cruciales. Pero el Ayuntamiento decidió, con mentalidad progresista y responsable, asignarle en sus cálculos presupuestarios una asignación fija anual, lo cual siempre resultaba un esfuerzo pequeño cuando alguna circunstancia extraordinaria tenía lugar.

El 9 de agosto de 1872 se inauguraba aquella nueva Casa de Misericordia de San Mamés proyectada por el arquitecto Antonio de Goicoechea y que es un ejemplo de la arquitectura urbana del siglo XIX, de corte neoclásico con tintes neobarrocos, con la presencia del Rey Amadeo de Saboya y su esposa María Victoria del Pozzo. El alcalde entonces era Alejandro Rivero y con él estuvieron en la inauguración otros representantes de la vida local, como el diputado Eduardo Victoria de Lecea quien durante varias legislaturas fue asimismo alcalde de Bilbao. Quedaba subrayado de este modo el final de aquella larga etapa de casi un siglo de permanencia de la institución en el Casco Viejo (en la actual calle María Muñoz), dejando los locales que forman parte, en la actualidad, del Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico de Bilbao (Museo Vasco).

Sin embargo, hubo momentos de apuros económicos graves como en el año 1800, cuando el Alcalde y la Junta se vieron en la necesidad de salir a la calle a pedir limosna. En el censo del año 1834 figuran como asilados 124 varones y 145 mujeres. Las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl se establecieron el 12 de febrero del año 1881, según acuerdo celebrado con la Junta de Caridad, siendo la primera superiora Ascensión Guridi. En 1883 incorporó un médico a su plantilla, siendo el primero Carmelo Gil Gorroño, quien inició el hábito de los reconocimientos médicos, introdujo la práctica diaria de la gimnasia para los niños y mejoró notablemente la calidad nutricional de la alimentación.

La Misericordia se encargó también en aquellos años de otras actividades fuera de sus muros: reparto de raciones a los necesitados, suministro de camas y ropa a las colonias escolares, gestión del Instituto de Vacunación, etc.

En el tránsito del siglo XIX al XX hubo un incremento del número de asilados, pero también mejoró la situación económica merced a la pujanza de su imprenta, la donación de la plaza de toros, la creación de la Agencia Funeraria, el servicio de asistencia a entierros y el de alquiler de sillas para procesiones, celebraciones y actos públicos. También se perfeccionó la enseñanza profesional, si bien la de las niñas quedaba reducida a labores domésticas. Continuaba celebrándose cada Navidad la tradicional rifa del cerdo, cuyo desfile por las calles de la Villa constituía un acontecimiento.

A lo largo del siglo XX la evolución de la Casa de Misericordia se acompasó con los cambios sociales ocurridos durante la Guerra Civil, la posguerra y la rápida transformación de Bilbao durante el último tercio de aquel siglo. Hubo un momento (1987) en que parecía que esta secular institución iba a desaparecer, pero no ocurrió así y en 2022 sigue en activo, si bien ha cerrado sus talleres y agencia funeraria, ha dejado de albergar a niños y su labor se limita a mantener una residencia de ancianos.

De estilo romántico, sus preciosos jardines cuentan con un gran número de árboles centenarios y con más de 40 especies diferentes. El parque está rodeado por una verja que se cierra durante la noche. Pero de día, es de acceso libre. En su capilla está San Mamés, un niño mártir que, según cuenta la leyenda, amansó a los leones a los que fue arrojado por sus verdugos. Por eso también el vecino estadio de fútbol se puso el nombre de «San Mamés» y a los jugadores del Athletic Club de Bilbao se les conoce popularmente como «los leones«.

La Casa de San Mamés fue, sin duda, una obra cuya ejemplar condición y funcionamiento enorgulleció a sus responsables; y una demostración de que, desde finales del XIX hasta la actualidad, aquella mentalidad -de inicio filantrópica- fue capaz de reconvertirse hasta los postulados asistenciales más modernos que el paso del tiempo le ha ido exigiendo. Todavía hoy, la Casa de Misericordia se erige desde su atalaya, como la proa de un barco que contempla el proceso de transformación que este estratégico enclave portuario ha supuesto para la Villa. Su finalidad social sigue siendo el emblema de una labor muy importante, ahora entre los ancianos, que destaca 150 años después, la emprendida desde 1872 de forma verdaderamente meritoria y en muchos casos desconocida.

 

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«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

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