Javi Campo

San Ignacio Ikastetxea.-Getxo

Se llama Agurtzane. No es necesario poner el apellido. Hace muchos años iniciamos al mismo tiempo el aprendizaje del euskara en AEK. Yo me rajé pronto. Ella siguió y siguió hasta el final. Hoy ejerce como "andereño" en el Colegio San Ignacio de Algorta y domina perfectamente el euskara. Yo sólo lo chapurreo. Ella ha adquirido la costumbre de hablarlo. Yo, no.

Hace un par de semanas nos encontramos de casualidad y, como siempre, se acercó a mí con su habitual madurez plena de una delicadeza envolvente, a la vez que sientes su compañía cálida. En medio de la conversación me hizo una propuesta que acogí con sorpresa primero y  entusiasmo después, aunque en ese momento no fui consciente del regalo ¿envenenado? que pretendía hacerme. Me sugirió si estaría dispuesto a dar una «charla» en una de las aulas del Colegio San Ignacio Ikastetxea donde ella ejerce de docente, advirtiéndome de que este colegio es multidisciplinar y multiétnico y que iría dirigida a niños de 8 a 10 años.

Sin considerar lo seductor o atrayente de la propuesta, le dije al momento que no tenía inconveniente, que encantado de poder trasmitir alguno de mis conocimientos sobre la historia de Getxo y contarles mis experiencias a unos niños cuyas familias, venidas de otros países, han elegido este municipio y no otro, para vivir y convivir. Estoy ya curtido en hablar para un público no siempre entregado o, al menos, receptivo. Pero no para una audiencia tan jóven y, mucho menos, que esta audiencia provenga de 15 países distintos.

He tenido tiempo para pensar y repensar el tema de qué hablar, la forma en que debía dirigirme a ellos, cómo empezar, incluso qué postura adoptar, si investirme de amabilidad o mostrarme distante y circunspecto, y lo más importante, cómo encontrar la complicidad para captar su atención. Al final he tomado la determinación de no llevar nada preparado, que fuesen los/las niños/as, que tienen el encanto de la inocencia, que te regalan su mirada limpia, trasparente, que te trasladan todo un mundo por explorar, los que me zarandeasen de un lado a otro con los temas que considerasen favoritos. Y así ha sido. Me he imaginado trasportado a la infancia, a mi infancia. Me he visto sentado en el pupitre, con los ojos fijos en la figura de un profesor imaginario que era yo mismo. Añoranzas de tiempos ya lejanos pero muy cercanos en el recuerdo, vivo todavía. Evocaciones vividas y vívidas en la memoria.

Me lo he pasado bomba. Una hora y cuarto en el que el tiempo se me ha detenido. No me hubiese importado estar unas horas más. Eran unos 40 niños con sus profesores de los que admiro su dedicación, su delicadeza, su meticulosidad y entrega en el trabajo vocacional,  aguantando de pie mi parloteo. He logrado, mérito de los niños, no mío, que durante ese tiempo se mantuviesen atentos. Notaba sus ojos clavados en mi figura y eso me reconfortó.

Como siempre en estos casos, hay unos más «espabilados» que otros, más extrovertidos, más lanzados. Había atentos, había de mirada embobada y candorosa, otros parecían ya doctorados en el arte de la observación. Media docena eran los que hacían la mayoría de las preguntas. Ha habido varias de ellas que me han llamado la atención y una que me ha pillado por sorpresa. Uno de los niños me ha preguntado las diferencias existentes entre República y Monarquía y me ha puesto en la tesitura de elegir entre ambos regímenes. ¡Jolín con el niño! ¡Esas preguntas no se hacen!

No les he hablado de un tema concreto, he ido saltando de una cuestión a otra consciente de que el tiempo era limitado y que disertar sobre un único tema no iba a captar su atención más que durante un rato, por lo que he preferido que fuesen ellos, con sus preguntas, los que me llevasen por donde quisiesen. Espero que dentro de un tiempo, recuerden, aunque sea una única cosa, algo de lo que les he querido inculcar y que les haya fascinado. Así me daría por muy satisfecho.

Desde luego, y basado en mi propia experiencia, lo primero que les he querido infundir es la afición por la lectura, sobre la temática que sea, que abran los libros con curiosidad. En los libros se puede encontrar todo lo que la imaginación nos dicte, y con seguridad, será lo que nos va a conceder «criterio propio» a través del discernimiento. Estos niños son como esponjas, tienen una capacidad de absorción tremenda de conocimientos a esta edad. Aunque no todo esté en los libros, la propia vida les irá enseñando lo que no se encuentre en ellos. Bienvenidos a este mundo idiotizado por las guerras, la violencia, la tecnología que nos impide relacionarnos cara a cara, por las malas influencias, por la cultura del pelotazo y los influencer ávidos de gloria virtual, por la publicidad engañosa. No os arriendo la ganancia del mundo que os estamos dejando. Todo un universo por explorar. Y mejorar, porque el futuro está en vuestras manos. Mis deseos para que viváis una vida saludable y en paz, que os desarrolléis como personas atendiendo a los conocimientos que os quieren transmitir vuestros profesores.  Y a estos, empatía. La mayoría son jóvenes que no hace tanto tiempo estaban en la bancada buscando su vocación. Son los que tienen la obligación de mantener la memoria y modelar la ingente imaginación de los niños.

El mundo necesita un pensamiento infantil: ideas audaces, creatividad salvaje y, en especial, optimismo. Los grandes sueños de los niños merecen grandes expectativas, y que éstos se cumplan, comenzando por la voluntad de los adultos tanto de aprender de los niños como de enseñar. Y por la atención que también pusieron los profesores, estoy convencido de que eso será así.

En mi vida me he tenido que dirigir a variados colectivos, pero como éste, ninguno. Gracias a «San Ignacio Ikastetxea» y a Agurtzane por haberme brindado esta ocasión tan especial para mí. Y a ellos,a los niños/las niñas mi gratitud y mis deseos de que alcancen una vida saludable y en paz.

Javi

Javi

Sobre mí

«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

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