Javi Campo

En la Fundación Menéndez Pidal

Era una visita largamente deseada. Desde la primera vez que me adentré en el conocimiento y estudio de esta mujer de la que voy a hablar, me sedujo su figura, su porte, su sabiduría y su saber estar. En esa primera ocasión que fue cuando escribí el libro sobre las calles de Getxo que tienen nombre propio, los historiadores me llevaron al error cuando dí por bueno el dato de que María Goyri había nacido en Algorta. Y quizá este mismo error historiográfico fue el que llevó al Ayuntamiento de Getxo a poner su nombre a una calle "en construcción" en el año 1969. En caso contrario, muy posiblemente, Dª María se hubiera quedado sin reconocimiento en este pueblo que no la vió nacer pero sí vivir varios años de niña y posteriormente, durante su juventud, cuando su madre la traía a pasar el verano.

Aprovechando uno de mis cada vez más frecuentes viajes a Madrid porque no hay mayor satisfacción para un «aitite» que ver crecer a un nieto y él lo está haciendo allí, he contactado con la Fundación para ver la posibilidad de visitar la finca en la que tiene su sede la «Fundación Menéndez Pidal» que, por si hay algún despistado, fue el esposo de nuestra admirada María Goyri, personaje que desde 1969 tiene una calle dedicada en Getxo. Después de confundirnos varias veces de calle, de realizar una gira indeseada por el centro de la capital del estado, de pelearme por la posición con todos los automóviles del mundo, de desesperarme por la cantidad de semáforos y su duración, pude llegar al caserón donde tantos años convivió el matrimonio. Me recibió Isabel, una «relaciones públicas» magnífica con la que ya había concertado por teléfono la visita «individualizada», cosa que no suele ser habitual.

Precisamente este año se cumple el centenario de la construcción de esta casa siendo su arquitecto, proyectista y director de la construcción,  D. Luis Menéndez Pidal, hermano de D. Ramón. Está situada en el barrio de Chamartín de las Rosas , al norte de Madrid y junto a la de otro ilustre D. José Castillejo, otro hombre ligado a la Institución Libre de Enseñanza, son las dos únicas casas que perduran con esa antiguedad, rodeadas de casas de vecindad donde hace 100 años no había más que campo , la mayoría de los años 70 y 80 del pasado siglo. En ese recinto, D.Ramón Menéndez Pidal y su esposa, su hijo Gonzalo, así como su hija Jimena y su esposo Miguel Catalán, vivieron y trabajaron en favor de la modernización de la educación, la ciencia y la cultura española. En la actualidad la casa, cuya propiedad es de la «Fundación Ramón Areces» desde 1984, es la sede de la Fundación Ramón Menéndez Pidal, que continúa impulsando la investigación y conserva el jardín y el encanto de la casa. Un espacio singular en el que es posible evocar el pasado sin olvidarse de proyectar el futuro.

De inmediato, y desde sus despachos, saliron a saludarme el Presidente de la Fundación D. Antonio Cid y la biznieta de D.Ramón y Dª María, Sara Catalán. Hechas las presentaciones me invitaron a pasar a una sala de reuniones donde despachamos animadamente durante un rato en el que les hice una rápida exposición de los libros que he escrito y regalándoles el último «Saliendo de la invisibilidad.- Retratos de mujer» en el que una de las 29 biografías es, precisamente, la de María Goyri. Ellos, a su vez, y generosamente me regalaron el libro que acaba de presentarse en sociedad que se titula «María Goyri.- El feminismo regeneracionista» en edición de Susana Martín y en el que se pretende dar a conocer la decidida apuesta de una joven María por la dignificación del papel de la mujer en la sociedad española de finales del siglo XIX y que leeré atentamente y con mucho gusto.

   D. Antonio Cid, Pte. de la Fundación Menéndez Pidal, dedicándome el libro que me regalaron.

A continuación y con Isabel García como guía, recorrí toda la casa, habitación por habitación, incluso aquellas que no se enseñan al visitante ocasional. Previamente debería de decir que desde que entras por el portón, penetras en el «a propósito»  descuidado jardín con olor a romero, espliego y hierbabuena, y pleno de olivos, cipreses y madroños que el mismo D. Ramón se trajo de la sierra de Guadarrama que tantas veces recorrió.  Un paseo por este jardín se impone, no está excesivamente cuidado pero es como quieren sus actuales habitantes que esté porque así lo quería D. Ramón. Caminos estrechos de tierra, y entre los arbustos y árboles que le dan un tono costumbrista del pasado lo atravesamos sin dejar de percibir el olor a romero.

Y te encuentras, de frente, con el encalado caserón que este año cumple los cien, te envuelve una atmósfera que te predispone a un estado de ánimo emocional parecido a cuando entras en un Aula Magna universitaria, de pequeñez ante su magnificencia. La finca no ha cambiado prácticamente nada en un siglo, ni por fuera ni por dentro. Se respira un aire de estudio y recogimiento, el silencio que se escucha te alienta a bajar el tono de voz o, simplemente, a permanecer callado para mejor oler y percibir el aroma que desprenden los libros que están perfectamente ordenados por todos los rincones de este centenario caserón. No hay habitación que no esté repleta de estanterías con libros perfectamente encuadernados y colocados con el orden que les quiso dar D. Ramón o más bien Dª María hace ya muchos años. Y como, además, hay asociaciones y particulares que les ceden en herencia sus bibliotecas, ya no quedan habitaciones para exponer todo lo que voluntariamente les legan en la seguridad de que la Fundación hará de ellos un uso adecuado y que tendrán un esmerado cuidado.

                                                    Despacho de Dª María Goyri

El despacho de Dª María está casi como ella lo vivió y dejó. Allí deposité mi libro, en su mesa, como si su espíritu fuese a tener a bien leerlo y  pedirle después su opinión sincera. Y junto a él, el despacho de su marido. La pareja, su unión, era más que un matrimonio. Su amor iba mucho más allá de los sentimientos porque no sólo compartían sus cuerpos terrenales sino también sus conocimientos que, como vasos comunicantes, se iban pasando el uno al otro, apoyándose el uno en el otro, necesitándose ambos en el día a día.

                              Despacho y mesa de D. Ramón Menéndez Pidal

Mientras escuchaba atentamente las explicaciones de Isabel, yo iba dirigiendo la mirada hacia aquel sinfín de estanterías llenas de sabiduría, como tratando de penetrar en ellos y empaparme de todos los conocimientos que albergan en un instante de lectura. Algún día, no muy lejano en el tiempo, una persona normal podrá leer y poseer un libro en un único momento, sin pérdida de tiempo, aunque hoy en día siga siendo un placer la lectura reposada de un libro situado entre las manos. En la actualidad, toda esa fuente del conocimiento está a disposición de cualquier investigador que quiera adentrarse en el mundo interior de la pareja, porque esta casa no es un museo al uso sino un lugar de trabajo como lo fue en vida del matrimonio. Y en su conjunto, ahí se alberga una impresionante biblioteca perfectamente dispuesta para quien quiera disfrutarla en una mezcla perfecta de historia, recuerdos y ciencia.

Con el paso del tiempo han tenido que ir adecuando el recinto a las necesidades  de espacio actuales, ampliando salas para conferencias, presentaciones de libros y otros eventos organizados por ellos o por entidades que solicitan el espacio para sus propios eventos. Todo ello bien cuidado y sin perder la esencia de casa centenaria. Al salir al exterior, porque el jardín tiene su historia propia, nos encontramos con un espacio poco cuidado, en mi humilde opinión, esto es así adrede, no quieren que sea un espacio bonito a la vista sino que guarde el espíritu que la propia naturaleza le mande. Allí hay un madroño que en su día se partió por la mitad, pero que de esa mitad caída y que está en horizontal a medio metro del suelo ha ido brotando hoja y fruto como un nuevop milagrop de la naturaleza. Allí, además del madroño, hay pinos, eucaliptus, olivos centenarios y arbustos como el romero, espliego y hierbabuena que le dan al jardín un crácter desgarbado pero atractivo a la vez. Al fondo, en la tapia que separa la finca de la adyacente, hay 12 paneles artísticos de cerámica procedentes de la Escuela de Cerámica de Madrid  realizados en 1929 y que en la actualidad se encuentran sus azulejos en un estado deplorable y que se perderán si no se realiza una actuación rápida sobre ellas. Es urgente si se quiere recuperar el legado artístico del jardín que, no se nos olvide, es espacio protegido desde el año 2006. Representan escenas costumbristas muy evocadoras y son de un valor incalculable tanto artístico como histórico: Escenas de siega, mujeres bailando, una reproducción de un tapiz de Goya, mujeres paseando,……

                             Estado actual de una de las cerámicas situadas en la tapia del jardín

A un lado del jardín y, a decir de Isabel, era el lugar preferido de Dª María Goyri, hay un recinto que en la actualidad se suele usar para conciertos de pequeño formato, representaciones y presentaciones de eventos culturales, en donde ella tomaba los baños de sol, una pequeña construcción con un cierto acento árabe, muy íntimo, con una ducha y un pequeño lugar para una estancia apropiada en la que estar tumbado bien al sol o a la sombra de un gran olivo.  En definitiva, un lugar recogido y reservado donde el matrimonio hacía uso de su máxima intimidad.

                                                 «El baño de sol»

Ya sólo quedaba la despedida. Y una vez más, solícitos, aparecieron D. Antonio Cid y Dª Sara Catalán, que quisieron dejar constancia de mi presencia con una instantanea que me recordase, en el futuro, que yo estuve allí y que ellos fueron unos anfitriones perfectos que saciaron mi hambre de cultura y conocimientos.

 

            A la izquierda D. Antonio Cid, en el centro Sara Catalán y un servido a la derecha.

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Javi

Sobre mí

«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

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